Vivimos en la época en que más fácil es acceder a la información, sin embargo, esto no representa un aumento en la capacidad crítica ni que se invierta más tiempo en leer, incluso en muchos casos lo que se está consiguiendo es que la gente tenga menos capacidades que nunca en múltiples cuestiones. De las inteligencias artificiales ya hablaré otro día, hoy quiero tratar la cuestión de las redes sociales.

Tuve la buena fortuna, buscando un libro de José Errasti, de descubrir que Marino Pérez Álvarez había sacado un libro nuevo: El individuo flotante. La muchedumbre solitaria en los tiempos de las redes sociales, que justo trata el tema que quiero desarrollar en esta ocasión.

En una sociedad líquida, donde prima lo inmediato y el individualismo, han fomentado la creación de consumidores dóciles y precoces, que no se preguntan el porqué de las cosas, solo consumen y consumen, da igual que sea cine, música, ropa o vídeos de TikTok. La llegada de las redes sociales y sus algoritmos acrecentaron los problemas. A pesar de que son útiles de muchas formas, también tienen una parte oscura que mucha gente se niega a ver.

Una de ellas es la adicción, recomiendo a los lectores que miren en sus teléfonos o los de sus hijos y observen en Ajustes el apartado de Bienestar digital y controles parentales, ya les adelanto que muchos se van a llevar una sorpresa desagradable. Es bastante común ver a grupos de personas que, aun estando juntos, miran todos el móvil; están juntos, pero en realidad están solos, están juntos solos. Otro ejemplo de adicción es el de aquellas personas que tienen la necesidad de estar de forma permanente mirando el móvil, no pueden evitarlo, es como un tic, tienen un problema. Las redes sociales son útiles, pero un mal uso nos puede llevar a una espiral de todo menos sana. Nos han convertido en una muchedumbre solitaria, en hombres pegados al teclado y a la pantalla.

Las redes sociales surgieron, entre otras cosas, para conectarnos, pero en una gran cantidad de casos lo que ha sucedido es que han unido a personas en su soledad y han fomentado, e incluso creado en ellas, problemas como la depresión, el egoísmo, la envidia, problemas de sueño, creación de necesidades y deseos de forma artificial, manipulación, consumismo, narcisismo, desvirtuación de la realidad, necesidad de aceptación, pensamientos neuróticos, etc.

Con este artículo no pretendo que la gente deje de usar las redes sociales, al contrario, solo planteo un problema y recomiendo que se usen como herramientas en provecho para el propio individuo, de forma razonada, el tiempo necesario decidido por el individuo que las usa. Recomiendo que no se dejen llevar por algoritmos diseñados para que pases el mayor tiempo posible consumiendo, porque si te dejas llevar, lo que se va a acabar consumiendo es tu tiempo, tu vida y tus objetivos. La red social TikTok es el mayor ejemplo de ello, el algoritmo es educado por lo que ves y por lo que te gusta, adaptándose a ti, los vídeos son cortos y se consumen uno detrás de otro, sin importar nada más, solo que permanezcas en la red social. De los valores nocivos que se promueven en las redes sociales, o a través de ellas, ya hablaré en otro artículo más adelante.

Las redes sociales son nuestro presente y van a ser parte del futuro, pero deben usarse con mesura y en provecho de quien las utiliza. Ninguna persona debe dejar de vivir, de interaccionar con quienes le rodean, de construirse como persona, para sumergirse en un mundo que no le va a traer nada bueno si solo se centra en él y no construye su vida aparte. Es un mundo con el que la gente establece dependencias peligrosas y que, en la mayoría de ocasiones, no refleja la realidad.

Ya que soy escribiendo en Zenda, me quiero tomar la licencia de recomendar a la gente que lea más y que use menos las redes sociales. El libro de Marino Pérez es estupendo para ambos fines.

Mi sección en Zenda: “El Baluarte”

redessocialeszenda