En lo que va de año han llegado casi 25 000 inmigrantes a Canarias

Esta semana pasada salió a la luz que el Gobierno va a dar una subvención de cincuenta millones de euros para atender a los inmigrantes que están llegando a Canarias. En lo que va de año han llegado casi 25 000, lo cual supone un aumento considerable en comparación con el año 2022.

No dejan de llegar cayucos, con una gran afluencia de senegaleses. La isla del Hierro de poco más de 11 000 habitantes es una de las más castigadas, de seguir así va a convertirse en nuestra Lampedusa particular. La población autóctona ve aterrada e impotente, como en vez de intentar acabar con las llegadas se invierte más dinero para crear un efecto llamada aún mayor. Las mafias de traficantes de personas siguen haciendo el agosto, las ONG siguen realizando labores de reclamo lamentables, el Gobierno da palmas y los costos de sus acciones irresponsables, como siempre, las vamos a tener que pagar los mismos: los trabajadores.

Los políticos españoles que viven en chalets en las afueras o en urbanizaciones privadas con seguridad no sufrirán la degradación, violencia, marginación, desaparición cultural e islamismo que se viven en los barrios obreros. Solo les importa seguir lucrándose y manteniendo sus privilegios.

Un país que no puede defender sus fronteras camina irremediablemente hacia ser un Estado fallido; un país que no puede elegir qué política migratoria quiere tener no tiene soberanía. En realidad, no es un problema de este Gobierno, sino de todos los Gobiernos, pues sean de izquierdas o de derechas, defienden a los mismos amos, a los dictados de Bruselas. Hace mucho que la Unión Europea decide por nosotros y nos condena y encamina de forma lenta y silenciosa hacia un precipicio.

El problema no es solo la inmigración ilegal, es el modelo migratorio en su conjunto. El año 2022 vinieron más de 500000 inmigrantes de forma legal, en 2023 se estima que se van a sobrepasar los 600 000.

Imaginad lo que va a pasar cuando este número de llegadas se alargue en el tiempo. Cuando grandes contingentes de inmigrantes, especialmente los provenientes de contextos islámicos, comiencen a asentarse en un número aún mayor, y sus hijos y nietos crezcan y se desarrollen al margen de nuestra sociedad, incluso odiando nuestra cultura y al propio país como ya pasa en Francia o Bélgica de forma más que reseñable.

Nuestra cultura está desapareciendo, vivimos en una sociedad cada vez más líquida, en la que los valores, las tradiciones y la historia poco o nada importan, solo el consumo, el aislamiento del individuo y el control sobre el mismo por parte de grandes empresas y gobiernos. El cosmopolitismo y el multiculturalismo contribuyen a ello, el actual modelo migratorio y su masividad son parte del problema, y cada día de forma más aguda.

La izquierda defiende regulaciones masivas y fronteras abiertas, mientras la derecha se pone de perfil y las patronales piden más regulaciones de inmigrantes. En todos los asuntos importantes se dan la mano. Lo mismo da PSOE que PP, Sumar que VOX. Es el circo de la política española, polarizan la sociedad, pero en el fondo defienden las mismas cuestiones e intereses.

Echan la culpa a la gente de no querer ocupar ciertos puestos de trabajo en situaciones abusivas, pero los grandes empresarios no quieren dar mejores condiciones y salarios, prefieren que vengan inmigrantes, regularizarlos y exprimirles hasta el tuétano. Eso sí, los problemas que se crean por su llegada masiva ya los pagaremos los de siempre, que asistimos impertérritos a la destrucción de nuestro país, de nuestra cultura y de nuestra esencia y modo de vida. Con los años nos arrepentiremos como sociedad de la pasividad actual, de no haber actuado a tiempo.

Los políticos están obsesionados con mantener el crecimiento demográfico de nuestra sociedad, hablan siempre de la necesidad de un decrecimiento general y ordenado y, sin embargo, con lo demográfico no actúan en consecuencia.

Llevamos más de veinticinco años de políticas suicidas con respecto a la natalidad y la inmigración, por supuesto que cuando se tomen las medidas necesarias para solventar la situación vamos a sufrir un retraimiento; pero con voluntad, esfuerzo y planificación saldremos de ese pozo y el país que resultará al final de ese proceso seguirá siendo España, tengamos cinco millones de habitantes menos o más.

Sin embargo, si seguimos sin apostar por la natalidad autóctona y los gobiernos fían todo a la inmigración masiva, lo que obtendremos con la media de inmigrantes que viene cada año cuando pasen unas décadas será un país muy diferente al que somos.

Soy consciente de que la sociedad española, salvo en algunas regiones más afectadas, no está preparada para tener este debate, que plantearlo solo me conlleva odio, cancelación y problemas, pero alguien debe poner las costillas en primer lugar para que otros se den cuenta de la situación. Si queremos evitar la islamización o la marginación de nuestro país, hay que tomar medidas inmediatas.

Hay que empezar a asumir que hay gente que tiene que dejar de venir y que otra que ya está aquí deberá marcharse. Aquellas personas que han venido a delinquir, a islamizar y a no asimilarse ni integrarse deben retornar a sus países de origen, no vivir aquí como una población parasitaria que solo crea problemas ni a que los partidos políticos se favorezcan debido a redes clientelares y de dependencia. Es hora de afrontar nuestros problemas como sociedad, caiga quien caiga.

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